Hay momentos en la vida de los pueblos oprimidos en los que acontecimientos aparentemente inconexos entre ellos, aparentemente externos y desconectados de su lógica interna, impulsan, sin embargo, a la superficie las contradicciones internas que los conectan, que los dotan de sentido y significado. Por ejemplo y ahora mismo tenemos el aniversario del bombardeo nazifranquista de Gernika y la huelga de hambre de Asier Guridi en Caracas para que le sean reconocidos sus derechos. Podríamos citar otras muchas situaciones que parecen flotar cada una de ellas por su lado en la nada infinita.
Pero no es así. Desvirtuar el significado profundo de la masacre de Gernika es ahora mismo una necesidad imperiosa para la burguesía en su conjunto. En Hego Euskal Herria, el gobiernillo vascongado y sus partidos sustentadores, PNV-PSOE y a poca distancia Podemos, no pueden admitir que el fondo de aquella masacre era la compleja lucha de clases que daba pánico al PNV y ante la que el PSOE solo quería impedir que la clase obrera vasca siguiera acercándose a la Internacional Comunista, proceso que se había iniciado en 1921, acelerándose desde entonces a pesar del frenazo impuesto por la dictadura militar española de 1923 – 1931.
La tarea concienciadora de las y los comunistas vascos, y de otras fuerzas revolucionarias, en aquel tiempo fue penetrando poco a poco incluso en sectores de un sindicato entonces amarillo como era ELA-STV. Estos y otros movimientos influían cada vez más en las bases populares, obreras y campesinas del PNV que en verano de 1936 obligaron a una parte de su dubitativa y conservadora dirección y, en concreto, a la de Gipuzkoa y Bizkaia, a enfrentarse al nazifranquismo, buscando siempre una excusa para rendirse. Una razón incuestionable de la radicalización al alza era la identificación de cada vez más sectores del pueblo trabajador vasco, tal cual existía en aquella fase capitalista, con la teoría leninista del derecho de autodeterminación de las naciones, que la Internacional Comunista asumió como propia desde el primer día de su fundación. La VI Asamblea oficial de ETA de 1973 se alimentó de aquella digna fuerza de masas para declararse comunista.
El bombardeo nazifranquista de Gernika era parte de la preparación de la estrategia militar imperialista, que ya estaba pensada contra la URSS y contra el socialismo en Europa, que se ampliaba desde octubre de 1917. Hasta 1998 fue ocultado este significando esencial de la masacre de Gernika y de muchos otros bombardeos y crímenes en aquella guerra contrarrevolucionaria que era, de hecho, uno de los inicios de lo que sería la Segunda Guerra Mundial. Pero en 1998 tampoco se reconoció su significado histórico porque solo fue una declaración de disculpa del Parlamento alemán, nada más. Euroalemania no quería ni quiere asumir su responsabilidad, más aún, a la primera que ha podido tergiversa totalmente el significado de Gernika y del resto de brutalidades.
Lo ha hecho precisamente ahora cuando la OTAN y el imperialismo necesitan ocultar la naturaleza nazi del gobierno dictatorial del corrupto Zelenski en Ucrania para legitimar el incremento de sus agresiones a las repúblicas populares del Donbass y a Rusia. El capital sabe que las clases trabajadoras de la Unión Europea y de Estados Unidos no están aun suficientemente alienadas e idiotizadas como para aceptar ser carne de cañón en la guerra imperialista que la burguesía necesita abrir contra Rusia como primer obstáculo a destruir para, más adelante, cercar totalmente a China Popular, asfixiándola.
Una de las formas de lavar la podrida imagen de Zelenski es precisamente negar el sentido de Gernika construyendo artificial y mentirosamente justo el sentido antagónico: los nazis que asesinan a miles de personas en las repúblicas populares de Donbass serían en realidad «demócratas» que se emocionan ante el símbolo de las libertades que ellos destrozan en su país; y viceversa, los y las demócratas y revolucionarias que murieron defendiendo Gernika y su simbología universal, ahora son «nazis» a las órdenes del «imperialismo ruso» que, emulando al Ejército Rojo, quiere dominar Europa.
Por esto, cuando el gobiernillo vascongado y el resto de partidos e instituciones de la descentralización administrativa –«autonomía»– reciben oficialmente en Gernika a un representante de la Ucrania naziotanista, están colaborando con la estrategia imperialista que está al borde de provocar una catastrófica guerra mundial. Así, lo que fue el símbolo de las libertades y derechos básicos atacados por la irracionalidad nazifranquista, ha intentado ser convertido en referente del imperialismo. Es tan irracional este intento de tergiversar la historia volviéndola contra ella misma que, por eso mismo, puede ser creído por los sectores alienados del proletariado europeo ya que, según dijo Tertuliano: «creo porque es absurdo».
Mientras tanto, Asier Guridi se ve en la necesidad de recurrir a la huelga de hambre en Caracas para que se le reconozcan los básicos derechos en medio de la inhibición del Gobierno venezolano, de la indiferencia política vasca e internacional y del regocijo del Gobierno español. Pese a los decenios transcurridos, Asier es uno más de los millones de víctimas vivientes del bombardeo de Gernika porque en una primera fase aquella escabechina facilitó la victoria del nazifranquismo hasta 1978.
En una segunda fase, el silencio impuesto sobre su significado y/o su descarada manipulación político-cultural ha legitimado el subimperialismo español representado por una monarquía católico-militar: el hecho de que el cuadro de Picasso esté encarcelado en el Museo Reina Sofía, cuando debiera estar en Gernika, lo dice todo: la monarquía, la misma reina Sofía, lo es precisamente gracias a la dictadura nazifranquista que incendió y pulverizó la Villa. Asier Guridi es por tanto una más de las víctimas de la perpetuación de la ignominia contra Gernika porque su militancia revolucionaria es inseparable de la lucha contra los efectos pasados y presentes del bombardeo.
Y en la tercera y actual fase la guerra cultural contra Gernika ha dado un salto en su irracionalismo como hemos visto. El paseíllo entre aplausos o silencios cómplices del nazismo por Gernika desmoviliza al pueblo obrero, lo desarma ética y políticamente y refuerza el «clima de normalidad pacífica» tan necesario para la estrategia imperialista contra las repúblicas populares del Donbass y Rusia, pero también contra las clases trabajadoras de la Unión Europea ya que se trata de una estrategia única. La «normalización social», es decir, la imposición de la norma del capital, es una de las razones que explican la pasividad de muchos sectores sociales ante la grave situación de Asier Guridi, en especial la de colectivos internacionalistas que deben mediar ante el Gobierno venezolano para que aclare la situación del refugiado vasco y reconozca sus derechos.
Petri Rekabarren
27 de abril de 2022