Los análisis que se han hecho, en general, de las revueltas de estos últimos días en el Estado francés se han centrado en la policía, en el racismo de la policía, en que la policía era como un cuerpo extraño al Estado y que por ello los policías hacían lo que querían, la gran cantidad de policías de extrema derecha, etc. No se ha planteado que el racismo que hay en el Estado francés es un racismo de Estado, es un racismo colonial. Y este racismo se ha expresado violentamente en las colonias que tuvo el Estado francés y que perdió por la lucha de los pueblos oprimidos por su independencia, y se expresa en las colonias que continúa teniendo y en la metrópoli cuando el Estado continúa oprimiendo, reprimiendo y violentando a la parte del pueblo francés que no es blanco.
Pierre Tevanien escribe: «El racismo no es en efecto una simple opinión que se sitúa en un terreno estrictamente psicológico e individual, sino una relación de dominación, un modo de gobierno».
Saïd Bouamama nos recuerda: «El conjunto de los sin-papeles, de los inmigrantes «regulares» y los jóvenes salidos de la inmigración postcolonial, que son las tres categorías que sufren las discriminaciones racistas (en grados diferentes), se evalúa en un treinta por ciento de las clases populares. No nos encontramos en una realidad marginal: las discriminaciones contemporáneas son por ello no solamente institucionales sino igualmente sistémicas, es decir, inscritas como una de las formas de regulación del modo de producción capitalista en la actualidad».
Un ejemplo de este racismo de Estado lo podemos ver en los acontecimientos del 17 de octubre de 1961 en París. Hay muchos más ejemplos, pero lo que ocurrió ese día en París fue de una barbarie inaudita.
Este hecho tuvo lugar cuando la lucha del pueblo argelino por su independencia llegaba a su fin, las conversaciones entre el Estado francés y el Frente de Liberación de Argelia habían empezado.
Ante las medidas de represión del Estado francés contra los argelinos que vivían en el Estado francés y en París en concreto: toque de queda exclusivamente para los argelinos de 20:30 a 5:30, cierre de los cafés que frecuentaban a las 19 horas, muchos argelinos estaban siendo secuestrados, torturados y las desapariciones eran cada vez más numerosas. por ejemplo, llevar una bandera argelina era un acto intolerable que podían implicar que la policía disparara a la persona que la llevaba.
Ante esta situación el FLN había convocado una triple respuesta (huelga de comerciantes, desafío colectivo al toque de queda en la noche del 17 de octubre y manifestaciones de mujeres y niños en los días siguientes para protestar contra las detenciones y la violencia ampliamente anticipadas por el comité federal).
El Estado francés se preparó para esta manifestación con una política clara, reprimir al más alto nivel a los manifestantes. Se dejó claro que se permitían explícitamente las ejecuciones sumarias contra cualquier persona sorprendida en «flagrante delito» y se dejaba a la apreciación de la policía definir este «flagrante delito». La atmósfera era de legitimación de los asesinatos. Además ya se prepararon grandes espacios para llevar a las personas detenidas como el Palacio de Deportes y el Estadio Pierre de Coubertin.
El día de la manifestación, millares de argelinos y argelinas fueron al centro de París. Se había hecho un llamamiento a ir en familia y sobre todo se pidió que nadie fuera armado. Se manifestaron unas 50.000 personas.
Muchas personas fueron detenidas al salir del metro y apaleadas. La policía cargó contra los manifestantes en todos los lugares donde se consiguió juntar la gente para manifestarse. Fueron detenidos 15.000 personas, de las que 3.000 fueron juzgadas. Millares de argelinos fueron expulsados hacia Argelia.
La represión fue brutal y la policía mató a cientos de manifestantes y decenas de otros fueron arrojados al río Sena. La mayoría de los argelinos no sabían nadar y se ahogaron. Días después de la manifestación cuerpos de argelinos ahogados bajaban por el Sena. Los argelinos no fueron las únicas víctimas, porque la policía interpelaba basándose en los rasgos físicos de los transeúntes. Las personas detenidas fueron conducidas, en autocares de la policía o en autobuses de la RATP requisados al efecto, al antiguo hospital Beaujon de Vincennes, al patio del cuartel general de la policía, al estadio Coubertin y, sobre todo, al Parque de Exposiciones, donde sufrieron un trato brutal.
El 17 de octubre de 1961, los argelinos fueron abatidos a tiros para poner fin a su manifestación pacífica, pero sobre todo se manifestó una violencia desenfrenada: muchas víctimas murieron a causa de los golpes infligidos por los agentes, a veces después de haber sido detenidos; otras decenas fueron arrojadas al Sena; varias murieron asfixiadas tras haber sido arrojadas al suelo y cubiertas por montones de cadáveres.
Algunos testigos entrevistados 30 o 40 años después del suceso afirmaron incluso que la policía no era la única responsable de los cuerpos arrojados al Sena: bomberos, conductores de la RATP e incluso transeúntes corrientes les echaron una mano. Aunque otros parisinos intentaran facilitar la huida de los argelinos perseguidos por las fuerzas del orden, esta implicación directa de «civiles» en la represión de una manifestación política es digna de mención. Era habitual en la época colonial y fue, por ejemplo, muy significativa en Argel en diciembre de 1960 y en Casablanca en diciembre de 1952. El 17 de octubre de 1961, no se trataba de una operación de represión, sino de una verdadera «caza del hombre» basada en criterios raciales, como reconocieron tanto los policías como los partidarios de los argelinos. Estos últimos tomaron nota de ello en el vocabulario utilizado para describir y denunciar esta «noche negra»: además del término «ratonnades», fue el término «pogrom» el que se utilizó para describir la noche del 17 de octubre de 1961.
Para los argelinos y argelinas implicados en el acontecimiento, este día no puede reducirse a una represión particularmente violenta, sin punto de comparación posible en las capitales de Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial. Fue también, y sobre todo (al menos cronológicamente), una movilización de masas excepcional, una insurrección simbólica en pleno corazón de la capital colonial, la contribución visible de decenas de miles de argelinos en Francia a la construcción de un nuevo orden nacional bajo la égida del Frente de Liberación Nacional (FLN).
La masacre fue objeto de ocultación estatal, estimando el presidente Charles de Gaulle que era «un asunto secundario».
El 17 de junio de 1966, bajo el gobierno del general De Gaulle, se aprobó una ley de amnistía que incluía «los actos cometidos en el marco de operaciones policiales administrativas o judiciales», imposibilitando así que se investigaran las responsabilidades en ambas masacres.
Como hemos dicho este es solo un ejemplo de los múltiples crímenes de Estado contra el pueblo argelino y todos los pueblos que el Estado francés ha colonizado, explotado, oprimido y reprimido.
5 de julio de 2023