Ningún debate sobre si el parlamentarismo es útil y en qué medida lo es para la libertad humana, o si por el contrario es un instrumento del capital para limitar esa libertad con excusas legalistas, puede sostenerse con abstracciones, al margen de las lecciones de la historia e ignorando la extrema gravedad de las contradicciones sociales. Ningún dogmatismo sirve nunca para nada, tampoco cuando hay que discernir sobre el valor del abstencionismo o el voto en tal o cual elección o en todas, sobre si acudir permanentemente al hemiciclo parlamentario o solo en determinados momentos, o nunca. Por esto, antes de pasar a la síntesis de nuestro llamamiento a la abstención en las elecciones generales del Estado español del próximo 23 de este mes de julio, vamos a ofrecer unos datos básicos sobre el presente.
- El gobierno español mantendrá la Ley Mordaza que ha castigado con diversas sanciones a no menos de 250.000 personas, en su mayoría de clase trabajadora y, sobre todo, progresistas y revolucionarias. Centenares de miles de personas están pasivas ante las injusticias que sufren por miedo a la Ley Mordaza. Además, el gobierno ha creado casi 15.000 plazas netas de fuerzas represivas, que ascienden ahora mismo a casi 157.000, el mayor número en la historia de la represión española. Los múltiples cuerpos policiales siguen aplicando la tortura y los malos tratos casi con absoluta impunidad judicial y legal, en medio de un silencio criminal por parte de la «prensa democrática», lo que le hace cómplice de ese crimen de lesa humanidad. La militarización ha penetrado en los más pequeños rincones de la sociedad bajo la mirada sonriente del imperialismo no solo con la excusa de la guerra imperialista contra Rusia, sino por la misma lógica interna del desarrollo capitalista.
- La intolerable ampliación de las fuerzas represivas responde a que el capital español sabe que su Estado y su economía sufre la peor crisis estructural de su historia, lo que le obliga a multiplicar sus medios de violencia para derrotar las previsibles luchas obreras y de liberación nacional. ¿Cómo no van a haber protestas ante la petición oficial del Círculo de Empresarios de posponer la edad de jubilación hasta los 72 años? ¿Cómo contener la rabia de ese 9% de la población estatal en extrema pobreza, cuando hace dos años era del 7%, y cuando el poder de compra ha caído 4,5% en dos años, y un tercio de la juventud es pobre según estudios oficiales?
- ¿Qué decir cuando los gastos esenciales para la vida en las franjas más empobrecidas ha subido del 79% al 87% de la renta bruta y en las franjas medias del 44% al 49%? ¿Qué violencias hacen falta para contener a una juventud que no puede adquirir una vivienda hasta los 30 años de edad? ¿Cómo explicar que las empresas pagan un 45% menos de impuestos en los últimos quince años, pero los impuestos al consumidor popular han aumentado un 50%?
- ¿Quién dice la verdad, la estadística oficial o el demoledor informe de 2020 del Relator de la ONU para la pobreza en el Estado mostrando que ya entonces la pobreza estaba «generalizada»? Según un estudio reciente, la «calidad de vida» en el Estado consiste en «pobreza, exclusión vivencial y antidepresivos», drama vivencial que en parte explica el aumento del terrorismo patriarcal, el racismo, el fascismo… ¿Comprendemos así el desconcierto de un apologeta del gobierno al intentar explicar que la economía va «bien» para los ricos, pero mal para las personas pobres, lo que causa «malestar social»? Pero todo puede empeorar porque independientemente de quien gane las elecciones, «el próximo gobierno obligará a apretarse el cinturón» según se afirma en El País de 1 de julio. Sabemos a quienes nos lo apretarán al máximo, a golpes si hace falta y si les dejamos.
- Euskal Herria tiene una parte de su pueblo bajo dominación francesa, y ahí la lucha de liberación nacional de clase avanza con sus ritmos propios, impulsada por el ataque inmisericorde de su burguesía contra los elementales derechos sociales, laborales…, de toda índole en suma. El imperialismo francés va en caída libre, la productividad de su industria no puede competir en el mercado internacional, su ejército envejece y no sirve para guerras «grandes» sino solo para escaramuzas en el Sahel. La lucha de clases tiende a crecer a la vez que lo hace el fascismo: el rearme es vital para la burguesía francesa tanto para la dura represión interna como para sostener su imperialismo. Y la pregunta es ¿ha valido la «democracia parlamentaria» a las clases y pueblos explotados para frenar esta avalancha reaccionaria o para legitimarla?
- Pero para analizar los crecientes límites del parlamentarismo, Alemania también nos aporta lecciones valiosas: su burguesía ha impuesto el mayor rearme desde el nazismo. De hecho, todas las burguesías imperialistas lo están haciendo, desde Estados Unidos hasta Japón, pasando por Australia. El gasto público alemán para 2024 ha sido reducido en no menos de 32.000 millones de euros cuando, en 2022, casi 2l% de la población estaba en la pobreza. El gasto militar ascenderá al 2% del PIB en 2024, más del doble del de 2014. La infancia obrera y por tanto sus madres, sobre todo las migrantes, es el sector más castigado por el rearme intensivo: el Ministerio de la Familia estima 12.000 millones de euros necesarios para combatir esta parte de la pobreza creciente, pero solo se le dan 2.000 millones de euros.
- Aunque el Estado alemán ya ha recortado en sus gastos burocráticos 20.000 millones de euros, quiere reducir otros 14.400 más en 2025 – 2027: la drástica reducción presupuestaria aumentará el empobrecimiento que se agravará por la inflación, los precios de alquileres y energía, etc., lo que augura el ascenso del nazismo y también de la lucha de clases. Tanta austeridad y gasto ¿para qué? Para armas, para compensar la caída de la tasa de ganancia con el fin de reestructurar la industria en declive ante el arrollador avance de la productividad y de la superioridad militar de Eurasia, de los BRICS, del Sur Global, etc. Del mismo modo que la República de Weimar en 1918 – 1933 no derrotó a Hitler sino que con su blandenguería lo ayudo a tomar el poder, ahora nos preguntamos lo mismo ¿el Parlamento ha contenido la pobreza creciente y el ascenso nazi? La misma pregunta debemos hacernos con respecto Portugal, Italia, Estado español e incluso al francés tras el fracaso del frentepopulismo… comparando aquella época con la actual. La abstención en las actuales condiciones engarza directamente con aquellos fracasos parlamentarios frente al avance reaccionario y fascista.
- Por no extendernos en realidades que sufrimos, pero sí yendo al núcleo del fracaso histórico del parlamentarismo para derrotar las ofensivas contrarrevolucionarias del capital, veamos qué está sucediendo en Estados Unidos en lo decisivo: la salud humana en general y la de las clases explotadas en concreto. A comienzos de julio de este año, hasta el New York Times reconocía que Estados Unidos «vive con dinero prestado». La burguesía quiere reducir al mínimo el gasto público en salud básica –Medicare y el seguro social de supervivencia– para mantener la productividad media del trabajo, para rearmarse, reestructurar su economía y contener de algún modo su declive: Estados Unidos produce y vende el 40% de las armas del mundo. La prensa dice que uno de los mayores gastos es el de la salud popular y que esta debe privatizarse del todo. En realidad, la impagable deuda yanqui responde a cuatro grandes razones: ejército, recortes fiscales, rescates de empresas privadas y pago de intereses: debe privatizarse la salud para reducir en lo posible la gigantesca deuda cuyo estallido amenaza el poder del dólar. La flamante «democracia parlamentaria» no ha podido detener este ataque contra la salud popular.
- Hemos recurrido a unos pocos ejemplos del conjunto de ellos disponibles sobre una constante en la historia: el sistema electoral y parlamentario ha servido para mantener el orden establecido en momentos críticos y también para facilitar la victoria fascista cuando esa «democracia» ha sido cobarde, ha frenado la lucha popular antifascista, no ha preparado a la clase obrera para momentos peores. Ha servido para ello siempre que han coincido dos factores: una debilidad profunda de las clases oprimidas para imponer, primero, en la calle su independencia estratégico-política y, segundo y como efecto de lo anterior, para utilizar puntualmente el parlamento como instrumento revolucionario táctico, nunca decisivo, siempre supeditado a la lucha de liberación nacional de clase. ¿Existen ahora ambos factores? Todavía no. Hay que crearlos ¿y mientras tanto?
- Todos los avances en derechos se han logrado primero y sobre todo mediante duros combates populares, con más o menos sangre del pueblo. Las clases dominantes solo han concedido parte de esas reivindicaciones cuando no tenían más remedio y para quitar presión a la caldera social: el parlamento y las elecciones, además de otras instituciones, han ayudado sobremanera a las victorias burguesas. En todos los casos, la ampliación de derechos ha sido parcial o totalmente anulada por la burguesía mediante el truco de sacar las partes decisivas del poder estatal afectados por esos derechos del control «democrático del parlamento», haciéndolas inaccesibles del todo al proletariado y más aún a las naciones oprimidas, subsistiendo únicamente el «derecho al pataleo». Bajo grandes movilizaciones, el capital puede conceder reivindicaciones dependiendo de los contextos socioeconómicos, pero nunca jamás entregará pacíficamente su propiedad, ejército y Estado. Además y según las circunstancias, antes o después, el capital siempre contraataca para reducir o destruir los pequeños derechos que no ha tenido más remedio que conceder.
- La reducción del poder formal del parlamento en el capitalismo es inversa al aumento del poder real de la burguesía fuera del parlamento, en aparatos estatales, paraestatales y extraestatales pero controlados por el capital. Hay una razón de fondo que lo explica y a la vez exige que ese vaciamiento se acelere con el tiempo: la dialéctica entre la lucha de clases de los y las oprimidas, por un lado, y los crecientes obstáculos que frenan el ciclo entero de realización del beneficio y de acumulación ampliada de capital, por otro. Hay que insistir en que, de nuevo, la historia del capitalismo demuestra la existencia de esta dialéctica, que se acelera en las fases de crisis estructurales para asegurar el poder burgués, y se ralentiza en las fases de «normalidad social» cuando la lucha de clases se atenúa y hasta «desaparece» en apariencia. Pero esta dialéctica nunca se detiene del todo: la tendencia a los llamados «Estados fuertes» que priman más la «seguridad» sobre la «libertad», según el tramposo dilema de «seguridad y/o libertad», aumenta en el tránsito de la fase colonial a la fase imperialista, y ahora mismo es innegable, lo que facilita el ascenso del fascismo.
- Este vaciamiento del poder formal que se ejerce cada cuatro años sobre todo en cuestiones protocolarias, propagandísticas y de imagen, refuerza el poder real del capital que lo ejerce día a día, segundo a segundo determinando la vida del pueblo sin que este se entere en absoluto. Quienes se enteran y se organizan para denunciar esa estafa son marginados y/o reprimidos. Día a día el capital impone sus leyes concretas, la inmensa mayoría de las cuales, si no su totalidad, pasan desapercibidas o son silenciadas por la prensa, aunque las sufra el proletariado, sobre todo las mujeres y los pueblos oprimidos. La apariencia legalista del «trámite parlamentario» genera una ficción de democracia que no existe en la realidad. Esa ficción se renueva cada cuatro años. Ahora sufrimos uno de esos momentos de masiva manipulación.
- Se nos dice que las elecciones son el momento en el que se expresa la verdadera voluntad del pueblo, que por eso hay que votar, a pesar de la realidad que acabamos de ver. A la luz de la sarta de mentiras, medias verdades, manipulaciones, silencios, censuras y malas artes diarias de los medios burgueses, respondemos que no es verdad que las elecciones reflejen la voluntad popular, si por «voluntad popular» entendemos la lúcida y crítica conciencia de la explotación que sufre y de los métodos para acabar con ella.
- La crítica decisiva contra las elecciones burguesas, y por tanto de los argumentos sobre la utilización revolucionaria que puede hacerse de ellas, surge de las raíces de la explotación social generalizada y de la destrucción de la capacidad de pensamiento crítico, libre y éticamente solidario que impone esa explotación, es decir la fetichización, la cosificación, la reificación del ser humano reducido a eso, a cosa que adora fetiches como la democracia burguesa, el parlamentarismo como laberinto burocrático que desorienta, agota e integra la mayoría de las reivindicaciones, justificando así la represión de las que no aceptan la derrota. Si a esto le sumamos la naturaleza patriarco-burguesa y españolista del sistema parlamentario monárquico, impuesto mediante una impresionante campaña de promesas, miedo al fascismo y represión de la izquierda hace casi medio siglo y recortada a peor desde entonces, comprendemos que el parlamento del capital siempre ha sido y será una trampa para el movimiento revolucionario. ¿Entonces, cómo decidir si votar o no votar en tal o cual elección, y cómo utilizar ese voto en el pantanal parlamentario y fuera de él, en la lucha diaria, sobre todo?
- Lo primero a tener en cuenta en el contexto actual es que el futuro gobierno, sea el que sea, cumplirá con las férreas exigencias de austeridad que le exige el imperialismo. Si ese gobierno es del supuesto «bloque reformista», también las cumplirá, él más los otros reformismos que le apoyan: que nadie se lleva a engaño, ni Sumar, ni ERC-EHBildu, ni Compromís, etc., van a impulsar grandes y sostenidos movimientos obreros y populares contra esas medidas. Se limitarán al «derecho de pataleo» parlamentario. Saben que en las actuales condiciones, se pueden «descontrolar» esas movilizaciones por la izquierda, y si se ven en la necesidad imperiosa de convocar alguna se cuidarán muy mucho de tenerla atada y bien atada, para desmontarla nada más acabar: todo con tal de mantener la «normalidad social», desierto psicopolítico sin el cual no tendrían votos.
- Es cierto que el pataleo parlamentario puede obtener muy contadísimas y débiles reformas mayoritariamente anheladas –pensiones, terrorismo patriarcal, vivienda, salarios, consumo, salud, etc. – , pero debemos saber al menos cuatro cosas: una, el reformismo ha hinchado mentirosamente estas conquistas muy débiles, que en realidad tienen un alcance mucho más restringido y engañoso como ya lo ha demostrado la sólida crítica de la izquierda; dos, no han detenido en modo alguno el empobrecimiento creciente, el deterioro de la calidad de vida y el ascenso derechista, mientras que sí han mantenido la peligrosa ficción del parlamentarismo como única y excluyente forma de hacer política, por lo que han ayudado a desactivar luchas en ascenso debilitando así la autoorganización del proletariado y su independencia político-estratégica; tres, han sido concedidas no solo por la presión popular sino en realidad para intentar contener el avance de la extrema derecha; y, cuatro, ninguna de ellas afecta a la esencia del poder burgués –economía, Estado, ejército – , como se ha visto en la llamada «reforma laboral» aplaudida por la CEOE.
- Que sean simples reformas aceptables por la burguesía en su conjunto, aunque no por algunos de sus sectores más fanáticos y cegatos, no niega que mejoren en algo la vida de sectores del proletariado y de los pueblos oprimidos. Sin embargo, esta mejora parcial y muy limitada se convierte en una trampa global porque no va inserta en una estrategia revolucionaria orientada a la toma del poder por la izquierda, sino que apuntala la ficción parlamentaria como único espacio de «juego político». Una trampa reaccionaria en la actual crisis imperialista. La única forma de lograr que esos tímidos pasos se integren en otros y todos ellos, sinérgicamente, vayan hacia la creación de un poder obrero, es la sistemática praxis comunista ejercida fuera del parlamento, sin ninguna hipoteca por haber pedido el voto al reformismo.
- Esta crítica indubitable tiene aún más valor si es el bloque derechista el que forma gobierno porque, a no tardar, empezará a destruir una a una, o muchas a la vez, todas esas y otras conquistas. Siempre ha sido así. Y será en esos momentos cuando echemos en falta el todavía escaso arraigo de las organizaciones revolucionarias en el seno del pueblo trabajador y el mantenimiento de su credulidad pasiva en la demagogia reformista. Ya hemos dicho que el reformismo en la oposición no va a «lanzarse a la calle» de manera estratégica y sistemática, continuada, lo máximo que hará, si lo hace, es organizar algunos actos aislados y ceñidos al orden. Resultado de tal ordenancismo, las clases y naciones oprimidas apenas ofrecerán una resistencia seria y lo que es peor, no habrán desarrollado una estrategia de destrucción del poder económico, estatal y militar de la burguesía, que hará lo que le venga en gana.
- Se nos dice que el voto al reformismo, aunque sea «tapándose la nariz», nos legitima para exigirle cuentas cuando traicione al pueblo. Decir esto es mostrar una ignorancia absoluta de la burocracia reformista, que silencia, expulsa y ayuda a criminalizar a cualquier disidencia interna una vez que la ha exprimido como a un limón en beneficio suyo. La burocracia es implacable por necesidad y por deseo: no puede tolerar la mínima crítica radical, y las «constructivas» solo mientras las pueda manipular. La burocracia soborna, coopta y compra a las personas críticas, las condena al ostracismo interno, o las expulsa. Antes de esas críticas bienintencionadas la burocracia ya ha creado una estructura vertical formada en la ideología reformista, feliz con el aumento cuantitativo de votos aún a costa del giro al centro que compensa la pérdida de votos por la izquierda. Los afiliados y subscriptores –que no militantes – , reformistas son inquisidores fervientes en las purgas de la «izquierda provocadora», aunque hayan votado a su partido.
- Por tanto, quien vote al reformismo ha de preguntarse primero sobre la utilidad práctica de su voto: ¿servirá para la revolución o para apuntalar al capital y desanimar y dividir al proletariado? Ya que hablamos de elecciones generales en el Estado español: ¿acaso no ha ocurrido siempre desde 1979 que la victoria reformista ha fortalecido a una monarquía corrupta e inconciliable con la mínima democracia? Segundo y a la vez, debe preguntarse sobre la utilidad teórica, ética, filosófica de su voto: ¿cómo puedo extender la ética, la filosofía y la teoría comunista en una burocracia abierta o solapadamente anticomunista? La miseria intelectual del reformismo, su rechazo explícito de la dialéctica marxista, por ejemplo, más la efectividad de las purgas burocráticas, demuestran que es imposible extender el marxismo, a no ser que esté desvirtuado al extremo como una nueva versión socialdemócrata. Otro ejemplo: ¿por qué el reformismo se niega a impulsar una República siquiera burguesa y federal? Cualquier demócrata burgués auténtico sabe que el primer requisito para que pueda empezarse a hablar de derecho, libertad, igualdad, etc., es abolir previamente la monarquía y con ella la dictadura de la casta nacional-católica y militar tan fundamental en el nacionalismo imperialista español: ¿Entonces?
- Pero sobre todo, y en tercer lugar, al ser las elecciones en el marco estatal, los pueblos oprimidos debemos responder con más precisión a esas preguntas teniendo en cuenta que nuestra liberación nacional se realiza en un marco autónomo de lucha de clases, es decir, con ritmos e intensidades propias diferentes a la de la lucha en el Estado. El andamiaje parlamentario-electoral, los cimientos legales que lo amparan nos son impuestos por la fuerza de las armas del Estado español: en modo alguno son neutrales, sino opresores. La necesidad de dotarnos de organizaciones comunistas de liberación nacional es la única garantía que tenemos para no ser engullidos por la lógica estatalista como lo ha sido el soberanismo reformista.
- Ahora bien, del mismo modo en que hemos expuestos estas tesis sobre las elecciones del próximo 23 de julio con la mayor concreción posible dentro de las limitaciones de espacio, también decimos que deben ser adaptadas a los diferentes contextos de lucha nacional de clase, estatal y europea, así como a las diferentes elecciones: municipales, forales, etc., siempre según la dialéctica de lo concreto y de los objetivos últimos de la revolución comunista. El debate sobre los modos y fines de la participación o la abstención en cualquiera de las instituciones del capital español, porque todas lo son, incluso las europeas, siempre se ha de realizar desde el método marxista, nunca desde la ideología reformista.
- En síntesis: en la fase actual del capitalismo, solo cuando el proletariado goce de la suficiente independencia política revolucionaria autoorganizada estará en condiciones de emplear el electoralismo como instrumento táctico de emancipación, supeditado a la fuerza organizada políticamente en el exterior del parlamento y dirigido por ella. En el caso de las elecciones estatales, esta exigencia es incluso más estricta por las razones vistas. La abstención internacionalista y antiimperialista en estas elecciones del 23 de julio es la única praxis emancipadora posible.
Petri Rekabarren
13 de julio de 2023